Continuando con el penúltimo repaso
al Flying Legends del presente 2014 destacar también todo lo que se mueve
alrededor de un evento de estas características. Para empezar, uno de los
mayores alicientes es que tiene lugar en el mismo emplazamiento del Imperial
War Museum de Duxford, el aeródromo británico mejor conservado de la II Guerra
Mundial y que alberga en diversos edificios históricos auténticas joyas de la
aviación. También es visitable el Museo
Americano del Aire, edificio creado por Foster que homenajea a los 30.000
aviadores americanos que dieron su vida durante la II Guerra Mundial volando
desde bases en el Reino Unido y dónde puede contemplarse modelos excepcionales
en Europa como un B-52, Black-Bird SR-71
y otros. Si bien es cierto que durante
el Flying Legends pretender asistir a las exhibiciones y contemplar los hangares
de manera concienzuda es ciertamente complicado y más en un único día como fue mi
caso, si que dio tiempo a dar una rápida visita a algunos de ellos que ya
compartiré en entradas en un especial en el blog.
Existían además puntos de venta
de todo lo relacionado con el mundo aeronáutico, exhibiciones varias,
tenderetes de comida y bebida (nunca una cerveza Spitfire puede ser degustada
de manera tan especial como aquí), muestras de maquetas, puestos de venta
específicos de algunos de los modelos que surcaban los aires (es el caso del
Connie o del B-17, por ejemplo), muestras de motores que atronaban de manera deliciosa,
actuaciones musicales (espectaculares las Manhattan Dolls y su espectáculo de swing
años 40), puntos de firma de libros y el resto de elementos que pululábamos por allí, los locos de la
Aviación, que se cuentan por millares en este país y a los que ha de sumarse los
que venimos allende los mares.
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